4.1.06

Carne

“ Ya no es sólo la sed de los seres opuestos a la verdad
tan solo una cuncuna puede reconocer el amargo sabor
de la impureza virgen en el sentimiento que se espera
lo obscuro llena de pasión el roce maldito
por la obsesión que los transforma en niños idiotas
de la satisfacción que deja una cuncuna de salada prominencia
un maldito milagro aleja la carne del ser infantil
una fracción de menos de un segundo estampa la minuciosa sed
de los que desean la sanguijuela ardiente del imán
el que nos deja inquietos de saber donde esta
no sólo somos capaces de pensar
sino de actuar imbecilmente para salir del agujero que borra la paciencia
y las curvas tangentes a nuestros poros que electrocutan la pureza
de los que la tienen y quienes la necesitan para borrar el sudor negro
de sales picantes y amargas
que solo dejan que al paso de unos minutos se seque
y luego con un simple roce químico y eléctrico
vuelva a producir evaporaciones mutuas
del necesidad sedienta como los hombres mismos.

Ni la sombra, ni la luz, ni las palabras hacen de esto
algo que se pueda llevar a los demás seres
sólo pocos pueden imaginarse la sal húmeda
que provoca la necesidad del placer intenso e infantil”